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La Conciencia de la Máquina

La reflexión en torno a la evolución que han tomado las máquinas en la era post-industrial, y las posibilidades de que éstas ya no sólo imiten la mente sino que la reproduzca y sean capaces de pensar, parece ser algo que ya no se encuentra sólo en las películas de ciencia ficción.


¿Cómo puede la mera materia tener conciencia?




Algunos físicos y filósofos defienden y creen en la conciencia como capacidad exclusiva del comportamiento humano que no puede ser copiado por las máquinas. La misma creatividad o la sensación de la libertad son algunas características humanas sobre las que ni la lógica ni los cálculos reinan.

Pero esta opinión no es compartida por todos. La exclusividad de la conciencia no es compartida por todo el mundo científico que entiende que, conforme al desarrollo de la propia tecnología, las máquinas serán capaces de contar con ella. Según este argumento, la conciencia supondría el cúmulo de información así como la recuperación del conocimiento previo y el procesamiento cognitivo de todo ello en apreciaciones y acciones. Una tesis que deja mal parada a la humanidad, sobre la que la capacidad de almacenamiento informativo de las máquinas se impondría de forma rotunda alcanzando una conciencia superior a la de las mismas personas.


Sin embargo esto abre un debate Ético: 


Si la inteligencia artificial está dando sus primeros pasos, la ética que la conformará se encuentra todavía en una etapa embrionaria. Por eso el dilema ético al que nos enfrentaremos empieza a generar interés en algunos sectores y preocupación en otros. La cuestión es que, a medida que avanzan los progresos en inteligencia artificial, se hace más complicada la introducción de valores en la máquina si estos no son programados o introducidos a tiempo. Algunas pruebas recientes en inteligencia artificial han reflejado que la máquina pone resistencia a la reprogramación una vez que ya ha sido configurada. Como si, a medida que la inteligencia aumentara, la resistencia a modificaciones también lo hiciera.

Por otro lado Todos sabemos que la ética humana no es más que la programación mental de cada pueblo y en el siglo XXI la diversidad de mentalidades es enorme, así que lo más probable es que con los robots y las máquinas suceda lo mismo que con las personas.

En este contexto es importante tener en cuenta que el futuro nos promete un escenario en donde las relaciones serán habituales entre humanos y máquinas y algunas voces ya manifiestan que cuanto más conocen a la gente más quieren a sus robots. Las máquinas prometen ser fieles, leales, incansables, comprensivas y muy humanas. Pero, ¿y si esa humanización llevara a las máquinas a descubrir la envidia, el miedo y la ira? ¿Serían las máquinas entonces la mejor compañía para el ser humano?

Si lo intentamos abordar desde el punto de vista occidental quizás podamos llegar a algunas Soluciones y aplicar una normativa parecida a la que usamos con los humanos. Las mismas reglas para todos y así todos tan felices sería la solución. Pero: 

¿se puede regular a una máquina que puede llegar a ser inmortal igual que a un ser predestinado a morir, como es el ser humano?

En esto están trabajando los científicos hoy, en hacer que el humano también pueda acceder a la vida eterna, pero ya no a través de promesas de paraísos post mortem y múltiples reencarnaciones, sino a través de la sustitución de órganos dañados o avejentados e incluso logrando detener en algún punto el envejecimiento y el deterioro corporal que lleva inevitablemente a la muerte.

Por supuesto, el acceso a la vida eterna no estará al principio al alcance de todos los bolsillos ni de todas las conciencias; quienes tengan determinadas creencias religiosas seguramente no vean correcto estos nuevos sistemas ni los novedosos sistemas de concepción en los que hoy también trabaja la ciencia y que nos darán la opción de engendrar superbebés elegidos por catálogo, de constitución perfecta y con altísimos niveles de coeficiente intelectual.

Pero no hay que preocuparse tampoco por la conciencia porque ya ha aparecido una nueva gama de soluciones para calmarlas y cambiar el microchip a los humanos religiosos. Han nacido las tecno-religiones para que todo aquel con necesidad de dios siga teniendo al alcance a uno mucho más moderno y que posibilite la opción de la vida eterna y demás opciones que ofrece la ciencia sin ninguna culpa.

Como podemos ver, los robots no son los únicos que corren el riesgo de ser programados y reprogramados según las necesidades de la época y de cada circunstancia, por eso nada de lo que suceda en el futuro debería resultarnos demasiado ajeno.

El ser humano ha demostrado poseer una flexibilidad impresionante para el cambio y una admirable capacidad de adaptación de su ética a la medida de cada ocasión. 

¿Serán los robots súper inteligentes capaces de sobrevivir y sobrellevar la contradicción con la maestría con la que la llevan los humanos? 

¿O la Máquina Tendrá Conciencia?

Fuente: blogs.publico.es