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La Pospolítica: El derecho a ser Diferente

“La ideología ha muerto, la historia ha acabado” 

F. Fukuyama 

La “pospolítica” es una política que afirma dejar atrás las viejas luchas ideológicas para dejarla recaer en la administración y gestión de expertos de la manera más eficiente y responsable posible. En otras palabras la postpolítica es la gestión de los asuntos sociales como algo técnico, y así impedir la universalización de las ideologías de grupos particulares, con el fin de que estas coexistan con muchas otras en armonía.

La postpolítica subraya que la lucha de clases ha quedado como desfasada y que por tanto hay que abandonar las viejas divisiones ideológicas (izquierda y derecha). El reto, es ahora resolver las necesidades y exigencias puntuales de la sociedad provistos de la necesaria competencia del experto (que se presenta como apolítico - Por ejemplo: el economista, el sociólogo, el diplomático, etc. - ).

Lo que se celebra como “política posmoderna” -tratar reivindicaciones específicas para resolverlas mediante acuerdos en el contexto “racional” del orden global- no es, en definitiva, sino la muerte de la verdadera política.

Esto se se adapta perfectamente a la idea de la sociedad despolitizada porque “tiene en cuenta” a cada grupo y le confiere su propio status lo que se celebra como “política postmoderna”. Literalmente señala que la pospolítica se trataría de: “tomar reivindicaciones específicas resolviéndolas negociadamente en el contexto “racional” del orden global que asigna a cada parte el lugar que le corresponde”. Lo que no es otra cosa que la muerte de la verdadera política.

Por otro lado en los últimos años los desafíos y posibilidades de la política en una era posmoderna marcada por la pérdida de las motivaciones colectivas (la familia, el sindicato, la religión, el partido político, la clase social, entre otros) no lleva irremediablemente a un consenso posideológico basado sobre la aceptación del mercado capitalista y el estado liberal como los cimientos organizacionales de la sociedad.

Esto se puede explicar expresado como una paráfrasis del conocido lema de Deng Xiao-ping de los años sesenta: “Poco importa si el gato es blanco o rojo, con tal de que cace ratones”.

Prescindir de los prejuicios y aplicar las buenas ideas, vengan de donde vengan (ideológicamente). Pero, ¿cuáles son esas “buenas ideas”? La respuesta es obvia: las que funcionan, por ende decir que las buenas ideas “son las que funcionan” significa aceptar de antemano la constelación existente (el capitalismo global) que establece lo que puede funcionar.

La pospolítica se vale para ello de las políticas identitarias, las cuales pretenden asignar el sitio de cada cual en la estructura social para que nadie quede excluido. La política identitaria posmoderna de los estilos de vida particulares (étnicos, sexuales, etc.) se adapta perfectamente a la idea de la sociedad despolitizada, de esa sociedad que “tiene en cuenta” a cada grupo para asignarle un lugar en virtud de su realidad en particular. Sin una “parte sin parte”, sin una entidad exiliada o desconectada que se presente o manifieste como representante del universal, no hay cabida para el verdadero conflicto político.

Hoy la verdadera lucha política se transforma en una batalla cultural por el reconocimiento de las identidades marginales y por la tolerancia con las diferencias. Así entonces, tantas cuestiones hoy en día son de ser percibidas como un problema de tolerancia, y no de justicia, explotación o desigualdad.


Fuente: Tifoideo, unitedexplanations