Byung-Chul Han en su libro La Sociedad de Cansancio hace una crítica a la forma contemporánea de vivir la vida activa en la sociedad de la modernidad tardía. Retoma el pensamiento de Hannah Arendt, Foucault, Agamben, Hegel, pero afirma que sus conceptos fueron pensados para explicar una sociedad disciplinaria, en la que el sujeto se encontraba oprimido por fuerzas externas que limitan su vida a la explotación en el trabajo, por lo cual desde el principio nos deja claro que ya no se puede seguir pensando esas formas de estar en el mundo con límites impuestos por el exterior, porque han desaparecido para la vida del siglo XXI; ahora vivimos condenados a una larga carrera de obstáculos personales y sentimientos de inferioridad e insuficiencia. ¿El premio?: infartos en el alma y enfermedades neuronales.
Reseña de los Capítulos
La Sociedad del Cansancio comienza cuando su autor nos presenta al hombre de la modernidad tardía como el prometeo cansado, un ser agotado que es constantemente devorado por su propio ego, es víctima y verdugo a la vez, y su libertad es una condena de autoexplotación.
La violencia neuronal
Cada época ha tenido sus enfermedades. Según el filósofo, en el pasado se debían a las
bacterias o virus, pero en el siglo XXI, las enfermedades son neuronales: depresión,
trastorno por déficit de atención con hiperactividad, trastorno límite de la personalidad o
el síndrome de desgaste ocupacional. El motivo de estas enfermedades se debe al exceso
de positividad, es decir, la libertad de poder hacer lo que uno quiera. La desaparición de
lo viral implica la desaparición de la otredad; lo que ataca al hombre no viene del
exterior, sino de su interior.
A lo largo de este capítulo se va desarrollando de manera sencilla la idea de la
violencia de la positividad, que se traduce en violencia neuronal, una violencia
saturativa y exhaustiva, y como consecuencia de ella, en la modernidad tardía, el
hombre padece un sobrecalentamiento del yo.
En este capítulo comenzamos a ver a la sociedad de rendimiento, que no es otra
cosa más que la sociedad en la que viven los individuos que están saturados de sí
mismos, que pueden trabajar jornadas exhaustivas para cumplir con las autoexigencias
que se imponen a sí mismos porque tienen la posibilidad de buscar su realización o vivir
para consumir. Es la sociedad en la que el momento de aburrimiento y reflexión
escasean.
Más allá de la sociedad disciplinaria
Para Han, la sociedad disciplinaria de Foucault ya no es posible porque se ha eliminado
la negatividad. La sociedad del siglo XXI es una sociedad de rendimiento, que se
caracteriza porque el hombre “puede”. Cuando el autor ejemplifica con el Yes, we can,
queda claro que la crítica al exceso de positividad se refiere a toda la energía y desgaste
que emplea el sujeto de rendimiento a “hacer” lo que quiere y hasta dejarse la salud en
ello.
En la época de la modernidad tardía, el hombre va ejerciendo su autonomía y se
convierte en víctima y victimario porque se explota a sí mismo, no tiene sobre él un
poder que lo presione, está dentro de él, y para el autor no hay presión más dura que la
autoexigencia.
Asimismo, en este capítulo se explica que para lograr el cambio de paradigma y
pasar de la sociedad disciplinaria a la sociedad de rendimiento se debe haber pasado del
deber al poder (como potencia), porque en la sociedad del siglo XXI nada es imposible.
“No poder-poder-más conduce a un destructivo reproche de sí mismo y a la
autoagresión” (p. 19)
El aburrimiento profundo
Una de las habilidades que ha desarrollado el sujeto de rendimiento es ser multitasking.
Esta característica es presentada como un retroceso a la vida animal, no como un
avance, pues para Han, tener que realizar varias actividades a la vez es parte de la vida
salvaje. “El animal salvaje está obligado a distribuir su atención en diferentes
actividades. De este modo no se halla capacitado para una inmersión contemplativa: ni
durante la ingestión de alimentos ni durante la cópula” (p. 21).
Posteriormente, el autor describe lo que llama aburrimiento profundo, al cual el
hombre tardomoderno no puede llegar porque su vida está llena de actividades que
nunca terminan. Esta idea del aburrimiento es central para que florezca el pensamiento
filosófico y artístico, porque sin él es imposible la reflexión y la posibilidad de ejercer la
creatividad en la vita contemplativa.
Vita activa
Para Hannah Arendt, la sociedad moderna es la del trabajo. En su libro La condición
humana, el ser humano está reducido a ser un animal laborans, porque éste, a lo largo
de su vida y ejerciendo la acción posible, abandona su individualidad y se concentra en
funcionar.
Pero las descripciones que hace Arendt sobre la sociedad y el animal laborans ya
no sirven para explicar a la sociedad del rendimiento, porque el sujeto de rendimiento
no se abandona al trabajo, es un ser que vive atomizado y es todo, menos pasivo. Se
autoexplota y vive hiperactivo e hiperneurótico.
En este capítulo, el autor nos dice que la vida de la modernidad tardía es una vida
sin creencias, condenada a la desolación, porque se vuelve efímera, que la convierte en
una vida desnuda. Cuando la vida queda desnuda, la vida se convierte en el principal problema, porque al vivir en aislamiento, el sujeto sólo puede preocuparse por sí mismo
y procurar una vida sana. “Ya lo dijo Nietzsche: tras la muerte de Dios, la salud se eleva
a diosa” (p. 29).
En conclusión, para que el sujeto de rendimiento tenga que estar tan al pendiente
de su propia existencia, como si sólo él viviera en el mundo, necesita cuidar su cuerpo y
cumplir con todas las expectativas de su vida, porque al prescindir de poderes que se
ejercen del exterior, como Dios, la vida se vuelve lo más valioso y las acciones que se
lleven a cabo atienden a la individualidad, por eso el sujeto de rendimiento lleva a
cuestas su propio campo de concentración.
El capítulo cierra cuando Byung-Chul dice que la vita contemplativa es aquella
que entrena la mirada para ver con atención profunda y sosiego; es la única que puede
hacer que el sujeto de rendimiento se dé cuenta de la absolutización de su vida activa
(trabajo, obra y acción) y el nerviosismo que desemboca en hiperactividad.
La pedagogía del mirar
El quinto capítulo es una crítica a la automatización de la vida activa alejada de la
contemplación en la que el sujeto se vuelve una máquina de rendimiento autista.
Convertirse en dicha máquina permite un alejamiento de las emociones negativas, como
la tristeza o la rabia; estas emociones, para Byung-Chul, son necesarias para la vida
contemplativa.
Por último, la reflexión necesita detener el pensamiento para analizarlo, como una
presa que contiene el flujo del agua en un río, siendo la presa el elemento negativo. El
sujeto de la modernidad tardía pasa sus días en una constante aceleración que lleva a la
hiperactividad, de la que está condenado al agotamiento profundo.
La negatividad del “no” es un concepto harto importante para entender la
necesidad de negatividad en nuestras vidas. Cuando el autor reflexiona sobre ella, se
sirve de la meditación zen para explicar que ésta es pura negatividad, porque el fin es
vaciar la mente de “algo” que la atosiga. Si a los pensamientos obsesivos, o a ese “algo”
se le deja vagar libre por la mente, sin ningún límite, se desatará la ansiedad, que irá
escalando hasta transformarse en hiperactividad, y en ella no hay nada de libertad,
porque absolutiza la potencia positiva; pero si el hombre logra liberarse de ese “algo”,
entonces podrá fluir con serenidad.
El caso Bartleby
Bartleby, el escribiente, de Herman Melville (1853), sirve para explicar al animal
laborans que se menciona en capítulos anteriores. En esta historia típica de Wall Street,
se desarrolla la vida de los hombres obedientes que viven la ciudad gris, rápida, lúgubre,
llenos de apatía. Llama la atención que Byung-Chul repite en varias ocasiones la
importancia de los muros en la narración de Melville. Se mencionan continuamente en
la novela porque son los símbolos de la sociedad disciplinaria, pues ellos imponen
límites y atienden a la arquitectura que aquella sociedad había establecido.
En este capítulo, el autor utiliza la interpretación de Agamben como punto de
partida para consolidar su argumento al ejemplificar con la vida del protagonista, un
escriba en Nueva York que vive entre muros en la sociedad disciplinaria. Para Agamben
hay elementos mesiánicos en la novela, pues Bartleby es una figura de pura potencia
que ha renunciado a escribir porque pretende liberarse, pero para Byung-Chul no es más que la última columna de la sociedad disciplinaria, Bartleby no tiene espíritu mesiánico,
es puramente un sujeto agotado, apático, carente de ambición, sin prisa, que aún no
experimenta las enfermedades neuronales porque no se exige nada.
La sociedad del cansancio
En el último capítulo, el autor nos dice que el sujeto de rendimiento busca no rendirse.
Para ello, pone el ejemplo de los médicos que utilizan nootrópicos para maximizar su
rendimiento. Pero ni los nootrópicos, ni las exigencias de la vida exitosa salvan al
hombre de necesitar descanso. El agotamiento que sufre el sujeto de la modernidad
tardía, Byung-Chul lo presenta como agotamiento del alma, que es tan fuerte que no
queda fuerza para la vida comunitaria. Para el autor, es un cansancio a solas, que es más
violento y peligroso.
Peter Handke, en El ensayo sobre el cansancio, propone dos tipos de cansancio:
uno es el fundamental, y el otro, el despierto. El primer cansancio es el que se necesita
para desplazar al yo hacia el exterior, para aminorarse, inspirador, que implica un “nohacer”; el segundo, consecuencia del primero, permite una mirada diferente, se despierta
la atención a formas lentas que se alejan de la aceleración de la vida activa. El resultado
de ambos cansancios es una sensación de rejuvenecimiento para el sujeto de
rendimiento, porque lo imposibilita para continuar haciendo algo. El cansancio
profundo es el elemento negativo que se presenta en la vida del sujeto de rendimiento
que lo puede salvar de la carrera infinitamente positiva.
Fuente: scielo.org