Podríamos decir que existen dos tipos de argumentos políticamente incorrectos como enunciación provocadora y polémica que agita algo incendiario en nuestra conciencia:
El primero sería aquel que, a través de ese argumento provocador, deja al emperador desnudo. Esto significa admitir que existe un problema determinado del que nadie quiere hablar, que es un problema político y que tiene unas razones igual de políticas. En otras palabras es lo que la mayoría evita quizás por simple inseguridad, o miedo al rechazo: Hacer explicita una opinión implícita.
Por ejemplo lo que los mass media temen de Trump es que admite brutalmente ciertas cosas que a nadie le deberían gustar admitirse en la puritana sociedad norteamericana (aunque lo piensen): como que hay “países de mierda”; o que en Estados Unidos se tortura de manera sistemática; o que son un imperio en decadencia y por eso hay que hacerlo “great again”.
El segundo tipo
El segundo tipo de argumento políticamente incorrecto sería aquel que hoy los medios llaman Pos-verdad. Es decir, en un contexto de desapego político generalizado, lo que importa no es que el argumento provocador sea verdad o mentira, sino que simplemente sea provocador, que escandalice y provoque un incendio en el público.
El segundo tipo
El segundo tipo de argumento políticamente incorrecto sería aquel que hoy los medios llaman Pos-verdad. Es decir, en un contexto de desapego político generalizado, lo que importa no es que el argumento provocador sea verdad o mentira, sino que simplemente sea provocador, que escandalice y provoque un incendio en el público.
Es hablar con impunidad. Por ejemplo no hace falta más que ver ciertos programas de televisión, o ciertos comentarios en las redes sociales, para comprobar que lo que se pretende no es salirse del sentido común o superarlo, sino buscar el mero escándalo inocente de una parte de la sociedad auto percibida como moralmente superior. El movimiento Terraplanista es un buen ejemplo de Posverdad, incluso también se podría considerar al movimiento Cyberpunk.
¿Que se concluye?
En definitiva, lo políticamente incorrecto, es la ilusión de “llamar a las cosas por su nombre” sin miedo ni vergüenza. Es decir, de construir sentido. Es decir, de la política en bruto.
Fuente: HemisferioIzquierdo