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El Cyberpunk en el Tercer Mundo

Al quedar prácticamente obsoletos, algunos de los lugares comunes de la ciencia ficción más popular -dígase la promovida por países desarrollados que explotaba el impacto de las nuevas tecnologías- los autores se han visto obligados a replantearse las temáticas abordadas por el género. Pero existe una ciencia ficción escrita en países cuya cultura y características sociopolíticas difieren radicalmente de las naciones donde se ha popularizado la ciencia ficción. Siempre que dejemos a un lado las actitudes colonialistas e imitativas que pretenden repetir la fórmula de los países desarrollados en el género. La ciencia ficción escrita en los países no desarrollados es un reflejo de otros sentires, otros temores y posee una proyección diferente hacia el futuro.




"Esa Latinoamérica entre moderna y chamánica, con gobiernos democráticos, pero con guerrilleros ancianos aún haciendo la revolución, con líderes mesiánicos narcoterroristas y ayahuasca. El cyberpunk como la acumulación de la tecnología más que el reemplazo (tecnología obsoleta conviviendo con tecnología de punta); como la acumulación de culturas más que el reemplazo (indígenas y tecnócratas conviviendo en los mismos espacios), el cyberpunk como el hacinamiento y la superpoblación, la violencia y los ghettos de millonarios y pobres, los grandes intereses económicos manejando los gobiernos. […] América Latina Es cyberpunk"
Jorge Baradit

Bajo la consigna de «¡El cyberpunk no ha muerto!» Nuevos autores latinoamericanos abordaron el género desde otra perspectiva, Su perspectiva. Ya no había miedo a la pobreza puesto que ellos vivían en la miseria. Había incluso un cierto gusto por la decadencia. La estética citadina de mega-urbe pasó de una New York futurista a una mega Ciudad de México. Los conflictos se volvieron intensos y brutales. Al punto que algunos teóricos lo consideran un subgénero diferente. Y en efecto, si bien desde un punto de vista estético se trata del mismo cyberpunk, las motivaciones, temores y manera de proyectarse hacia el futuro de los autores mexicanos era diferente a la de los norteamericanos solo por vivir en mundos diferentes, no solo en el espacio físico, sino también distantes en el tiempo.

De igual forma la precariedad de la ciudades del cyberpunk latinoamericano, su fragmentación y su superpoblación es una imagen llevada al límite de la realidad cotidiana de muchas ciudades tercermundistas actuales, que ostentan estos fuertes contrastes sociales, los cuales se traducen a nivel de estructuras arquitectónicas o de códigos de comportamiento no escritos, dependiendo de los espacios de que se trate. En algún momento creímos que ciudades como Hong Kong o Tokio eran el perfecto referente contemporáneo para la clásica urbe cyberpunk. Pero hay algo en su pulcritud high tech que traiciona el espíritu del género. Entonces descubrimos, un poco sorprendidos, que es en las ciudades semiderruidas, hacinadas de América Latina donde hayamos un reflejo más fidedigno. 

También otro aspecto a destacar dignas de una distopia cyberpunk, y que Latinoamérica no ha estado ajeno a ello, es la mirada con que se desarrollan las historias en sociedades totalitarias, y que varía radicalmente entre los países desarrollados y el tercer mundo. Los dictadores déspotas como el presidente Snow en Los juegos del hambre de Suzanne Collins son perfectos villanos que conservan la compostura de un diplomático y mantienen el pulso estable como un buen sicópata. América puede ser una cátedra en dictadores y todo latinoamericano sabe que al presidente Snow le falta la demencia de Duvalier, el mal gusto de Trujillo y los comentarios irónicos de Pinochet. El dictador no es un perfecto malvado en un trono oscuro al frente de una nación. Es más bien un caudillo que hace lo que quiere, porque puede y desea cosas más allá de asesinar a sus enemigos políticos y aplastar de modo cruel todo intento de rebelión.

Por otro lado los escenarios precarios, contaminados, industrializados indiscriminadamente de estas distopías cyberpunks son un espejo puesto frente a las grandes ciudades de América Latina que, usuarias sufrientes de una tecnología que son incapaces de producir, han terminado por convertirse en el vertedero, en el patio trasero de las megalópolis primermundistas.

En Conclusión

La marginalidad, el cinismo, el individualismo, las corporaciones privadas organizando la vida social y política de las naciones, la incompetencia de las instituciones estatales, la industrialización corrosiva, la obsesión por acumular y no reemplazar –una mentalidad típicamente subdesarrollada: porque todo se puede aprovechar y no se sabe si mañana esa específica pieza va a hacer falta, así que nada se bota–, el hecho de que todo atisbo utópico resulte al final una estafa, son rasgos característicos tanto de la cultura política latinoamericana como de las obras cyberpunks.