Mirar hacia el cielo y pensar que allí está la tierra prometida. Querer superar todas las adversidades para encontrar el camino hacia el santuario prometido. Moverse en un terreno peligroso lleno de personas que no valoran la vida. Desear ser mejor persona y mejorar el trato con los demás. Creer que ser padre es una tarea simple. Sentir frustración porque a pesar de todas tus habilidades no puedes ayudar a más personas. Encontrar algo bello en un mundo feo. Confundir la esperanza con el egoísmo y pensar que la violencia es la solución para abrirse paso entre los escombros del consumo. Contemplar la grandeza de la creación humana y plantearnos si no habremos llegado demasiado lejos. Mentir para sobrevivir. Vivir deprisa y morir joven es más fácil cuando tienes comida que llevarte a la boca. Saber que podríamos estar peor no siempre es un consuelo. Volver a mirar hacia arriba y saber que nunca saldrás del basurero que has heredado. Las sobras procesadas de unos pocos son el sustento de otros. Humanos viviendo dentro de máquinas y máquinas queriendo ser humanos.
La historia empieza en el Patio de los desperdicios. El nombre no es porque sí: es un sitio lleno de humanos y ciborgs, lleno de basura y pobredumbre física y espiritual. Un lugar en el que no hay ley ni policía y la solidaridad es algo del pasado. Un sitio donde puedes morirte en la calle desangrado y nadie se parará. Hay en este sitio unas fábricas que mandan sus productos a una ciudad que flota sobre todo este espantoso sitio: Salem, la ciudad perfecta, utópica, en la que no hay enfermedad ni pobreza, en la que vive una minoría. El único interés de las fábricas es poder mandarles los productos y, bueno, pagar recompensas para que los asesinos que se pasan mucho de la raya sean ejecutados. En ese mundo de horror un doctor, Ido, encuentra un ciborg medio muerto en un vertedero, al que llamará Gally (o Alita).
El ciborg, con forma femenina, no recuerda nada de su pasado. El doctor de vez en cuando hace de cazarecompensas para buscarse la vida. Y el ciborg descubre que sabe luchar instintivamente. No sólo sabe, sino que es una auténtica máquina de destruir, con un arte marcial devastador. Gally, sin recuerdos, tendrá que construirse como persona en un entorno hostil, con demasiados personajes a los que sólo les vale matar o morir, en el que hay bandidos que te tienden emboscadas para asaltarte y robarte la médula espinal y en el que la vida vale muy poco.
Fuente: Tomos y grapas, Las cosas que nos hacen felices